Escuchar las palabras de Miguel Vargas y oír su guitarra es como entrar en el Ministerio del Tiempo y adentrarse en esa Extremadura de las ferias del ganado, la romería de Los Remedios, las fiestas de las familias gitanas del pasado, sus bodas y pedimentos, o el bullir de la Plaza Alta de Porrina de Badajoz. En su memoria guarda el recuerdo de esos sones flamencos, de donde surgió el soniquete de su guitarra, el punteo y su toque en los cantes flamencos extremeños. Como él dice: “eso es lo que yo he vivido, hay gente que habla pero no lo ha vivido, yo sí lo he vivido”.
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