La incomunicación en el seno de una familia y las carencias emocionales del ser humano son el eje central de ‘Forever’, el espectáculo de máscaras de la compañía vasca Kulunka Teatro que ha conquistado al público desde su estreno el pasado año. Su éxito radica en su potente puesta en escena, con un escenario giratorio, y en la historia que cuenta sin emplear palabras. Es una historia cruda que retrata la dureza de la vida desde la emotividad y el humor.  Ganadora del Premio Max a la Dirección Escénica y a la Autoría Teatral 2024, ‘Forever’ abrirá el 11 de octubre el 47 Festival Internacional de Teatro de Badajoz en el teatro López de Ayala (21:00 horas).

‘Forever’, como otros trabajos de Kulunka Teatro, que este año ha celebrado su 15 aniversario, es un trabajo colaborativo de Garbiñe Insausti, Edu Cárcamo y José Dault. Los tres han creado el texto junto a Iñaki Rikarte, que dirige el espectáculo. Rikarte ya obtuvo el Premio Max a la Dirección Escénica en 2023 con la obra ‘Supernormales’, del Centro Dramático Nacional. Con ella se inauguró la pasada edición el festival pacense.

Este es el tercer espectáculo de la compañía vasca, después de ‘André y Dorine’ y ‘Solitudes’, en el que emplea las máscaras de látex, creadas por Garbiñe Insausti. Pero esta es una producción de mayor formato que las anteriores, ya que cuenta con la coproducción del Centro Dramático Nacional (CDN), el Teatro Arriaga de Bilbao y el Teatro Victoria Eugenia de Donostia. “Esto nos ha permitido hacer una propuesta plástica muy potente», según José Dault, integrante de Kulunka, quien explica todos los entresijos del espectáculo.

¿Qué cuenta ‘Forever’?

Nos centramos en el universo familiar. Es la historia de una pareja muy enamorada que decide tener un hijo y cuando lo tiene algo ocurre que trunca sus planes, su proyección de lo que pensaban que iba a ser sus vidas. Ha tenido mucho éxito por su puesta en escena y porque son historias del mundo real con las que el público se siente identificado de una manera muy fácil y en la que la comedia está presente, también hay una carga profunda de emotividad. Al final es un código que invita al espectador a sentir sin filtro. Se tratan temas como la maternidad, la enfermedad, la educación, la sobreprotección a un hijo, la sexualidad, la violencia o el bullying.

‘FOREVER’, CUANDO LA VIDA GIRA EN EL SENTIDO EQUIVOCADO

Es una historia triste con la que el público ríe

Es una historia dura como la vida misma que tiene humor, no se recrea en la dureza de los acontecimientos porque no son extraordinarios, son cosas que ocurren en muchas familias. Toda la obra está construida para tratar de entender un hecho: como una familia puede llegar a alcanzar determinados límites de tensión, incomunicación y violencia. Es un espejo en el que a veces es duro mirarse, pero es higiénico enfrentarse a nuestros propios fantasmas.

¿Quién es el verdadero protagonista de la historia?

El eje que atraviesa ‘Forever’, y toda nuestra trayectoria, es la incomunicación, las carencias emocionales que el ser humano tiene, y que hace que vivamos en el mundo que vivimos. No me deja de sorprender que tengamos los conocimientos que tenemos para llevar un ordenador en el bolsillo o viajar a Marte y a nivel emocional todavía somos medievales. Tenemos muy poca responsabilidad afectiva a la hora de relacionarnos. Y los trenes pasan, la gente se nos va y no les hemos dicho lo que sentíamos por ellos.

Forever
Un momento del espectáculo ‘Forever’ de Urkulu Teatro.

¿Habría sido posible obtener el mismo resultado sin las máscaras?

No sabemos. La verdad es que la historia es la que es por la manera en la que uno elige contarla, incluso es la que es porque somos tres actores en escena, si fuéramos cuatro estaríamos contando otra historia. Es verdad que el código es una invitación a la ternura, a que el público crea en lo que estamos planteando y eso hace que participe de forma activa, que no intelectual. Nuestro trabajo precisamente es que el público no tenga que pensar ni adivinar, sino que la situación entre los personajes esté clara y los estados de ánimo de estos también, porque al final el público es el que pone la última pieza, el que escucha a estos personajes, el que ve como una máscara rígida llora, se enfada, cambia de expresión, esa es la magia del código: que la imaginación fluya y el público les ponga voz a esos personajes.

UN CÓDIGO CINEMATOGRÁFICO Y UNA BANDA SONORA PRIMORDIAL

¿Cómo es la puesta en escena?

Como la máscara está condenada a la frontalidad con el público pensamos que una plataforma giratoria nos ofrecía la posibilidad de disponer de diferentes espacios, sobre todo para no vernos limitados a la hora de crear la historia. La plataforma nos ha permitido contar la historia con un código muy cercano al cinematográfico, con los giros parece que estamos en un continuo plano secuencia, de una secuencia a otra vamos acompañando a los personajes y da un dinamismo a la obra y una belleza brutal. Es una apuesta intuitiva, se apostó por este espacio cuando aún no teníamos claro lo que queríamos contar, pero sí intuíamos la forma en que íbamos a hacerlo. También la música de Luis Miguel Cobo y el espacio sonoro es primordial en nuestros espectáculos de máscaras, en los tres es un personaje más, es la narradora de atmósferas, es como la banda sonora de una película.

¿Quién es quién detrás de cada máscara?

Lo bonito que tiene la máscara como actor es que estás al servicio de contar una historia, entonces eso nos permite a los tres ponernos al servicio del personaje que necesitamos interpretar en el momento, según fluye la dramaturgia. Preferimos no desvelar quién es quién para no romper la magia de que estos personajes cobren vida más allá de qué actor lo interpreta, pero los tres actores en algún momento de la función interpretamos los tres personajes principales. En alguna escena yo hago de padre, madre e hijo y así nos ocurre a los tres, por las necesidades del espectáculo.

“RECIBIR LOS MAX HA LEGITIMADO UNA FORMA DE HACER TEATRO POCO HABITUAL”

¿Cómo surgen vuestras historias? ¿Cómo se gestó ‘Forever’?

En los tres espectáculos de máscaras que hemos hecho la idea ha surgido de forma diferente. Partimos siempre de algo que nos llama la atención. En el caso de ‘André y Dorine’ fue una noticia de un periódico. ‘Solitude’ fue una idea sacada de un espectáculo que hicimos en plena crisis económica, ‘Los nadie’, que hablaba de la exclusión social, pero fracasamos en la composición del espectáculo, que estaba lleno de buenas ideas y de escenas bonitas pero en la dramaturgia tenía problemas de comprensión. Nos perdimos y decidimos pararlo y no lanzar el espectáculo al mercado. De esa propuesta rescatamos la escenografía y una idea: cómo a veces pensando que haces lo mejor por una persona puedes estar haciendo lo peor. Y ‘Forever’ surgió de una noticia que nos llamó la atención durante la pandemia, pero no quiero desvelarla para no hacer spoiler. La obra surgió para dar respuesta a una pregunta: ¿cómo puede llegar a pasar esto? ¿cómo puede ocurrir algo así sin recurrir a la solución fácil?

¿Qué ha supuesto para la compañía los dos Premios Max?

Es difícil cuantificar cuánto influyen los premios en el número de bolos contratados, pero sí ha supuesto para nosotros un reconocimiento y una forma de legitimar una manera de hacer teatro poco habitual. Es muy reconfortante recibir un Max por una dramaturgia que no tiene palabras, pero hay mucho trabajo dramatúrgico muy importante detrás. Han sido nueve meses de creación colectiva repartidos en dos años. Nos sentimos muy queridos por el público y por las instituciones. Nuestro mayor logro ha sido juntarnos y crear esta familia teatral que somos.

 

 

Guadalupe Leitón
Periodista

Autor

Magazine Cultural de entrevistas, reportajes y noticias que recoge las creaciones culturales y artísticas que tienen como origen o destino Extremadura.

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